Al punto al que no se debería llegar nunca, es a ser predecible. Ahí es cuando acaba la magia, cuando todo ya se fue a la mierda y solo nos queda reinventarnos, para otras personas, y ya no para ella. Como si todo se tratase de ella.  

Estuve convencido por mucho tiempo -a causa suya-, que siempre fui un bastardo. Que todo el tiempo sumergido en el mar profundo de sus lagrimas, nunca me fue posible darle consuelo. No habitaba en mi. No había ni un miserable día, en el que dejara de hacerme sentir como un canalla, uno al que supuestamente amaba, pero que a cuentas de ella, solo fui sumando engaños y resentimientos.

Maldito el día en el que el perdón se convirtió en una deuda impagable. Como si fuera una gracia, se manifestó contrariamente como un castigo, que inició como una ligera lluvia y terminó en una tormenta espantosa, de la cual tuve que huir y refugiarme en el arco iris más lejano. Fue lo más justo.

Por fin, la lluvia ceso. Alejado del mal tiempo, pude dar conmigo, y fue un reencuentro excepcional. Volvimos a nacer. Nunca necesite de aquel perdón, que no llegó, ni llegará. Fue mejor así, preferí un te odio más sincero, a un te amo bien fingido. Decidí convertirme en un canalla, en uno verdadero, y no parece tan desagradable. Me liberó.

Al final de mis días pude oírme, y lo único que recuerdo es que, de todas esas veces que pareció sincera, lo hizo solo para vanagloriarse de su pudor. Y entre ese charco en el que andaba envuelto, ella creía haberme rescatado y por una suerte de compasión yo debería sentirme amado, y ser agradecido por tal gesto.

Como consecuencia de mis actos, y sus ofensas, ella sabia como castigarme, y como enfrentarse a lo que sutilmente me convertí: un deudor. Alguien que nunca podría librarse de la culpa y nunca entregaría suficiente cariño como para dar la talla en aquellas batallas, que a sabiendas ella sabía que ganaría.

Pero tal juego se acabo. Decidí romper el ciclo de muerte al que me había enrumbado. Y preferí el suicidio a la muerte lenta. Ser un canalla, uno verdadero, fue lo más generoso y cruel para los dos. Ella nunca me creyó capaz de hacerlo, quedó sorprendida casi tanto como yo. Volvió la magia, se acabo el amor.